Cuando tengas que cerrar la maleta, lleva contigo algunas de las risas compartidas, muchas fotografías y pocas lecciones: ya tendrás tiempo para seguir aprendiendo. Lleva los planes, para cambiarlos cuando necesites. La inspiración, para volverla realidad y el llanto para convertirlo en éxito.
Lleva dos o tres crayones para colorear los días tristes. Una canción para la ausencia y una taza para el café. Una sonrisa que homenajee al pasado, una lágrima para la humanidad. Un trozo de valentía, un puñado de fe y un cargamento de verdad.
Zapatos cómodos para recorrer el mundo, compañía adecuada para hacer realidad los sueños. Una hoja en blanco para dejar el rastro de cada día, un taburete, un cuchubal y mucha determinación.
Viaja ligero. No te preocupes por lo que no tienes ahora, a donde vayas lo encontrarás. No dejas nada, te llevas lo más importante: tus ganas de vivir. Carga solo con los recuerdos que te hacen ser mejor, y si un día quieres decir algo, deja un mensaje en el sol, al atardecer... él lo traerá, y cuando amanezca aquí, sabré de ti.
Haz que cada día valga la pena tu ausencia. Sonríe aunque cueste. Toma decisiones con cuidado, pero con precisión y prisa: cada minuto de duda es un minuto menos de dicha. Aprovecha a quienes te ayudan a construir tu personalidad, y agradece a los que ya lo hicieron.
Hoy he revisado los estantes de mis recuerdos, me he dado cuenta de que no tengo espacio para lo que no vale la pena, y eso lo he desechado. Hoy convierto mi memoria en una distinción, un tributo, un homenaje a ustedes: porque cada instante al lado suyo, merece ser recordado.
Por las vueltas que da la vida.
Por los que están más lejos, y por los que seguimos estando cerca... cada uno con su propia maleta.
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