abril 08, 2010

Soñé

Con el peso del día colgado en los hombros. Con esos músculos de la espalda que me recuerdan que el cuerpo pasa factura. Con una tonelada de tareas a medias en los párpados, poco a poco se cerraron mis ojos para hacer una pausa breve a la acción de lo cotidiano.

Mientras luchaba por mantenerme atenta al ruido de mis pendientes, los ojos cayeron como cortinas aplastando con su peso el deseo de que el día tenga 29 horas.

Soñé entonces con una casa que era casa, con una palabra que quería decir lo que significaba. Soñé con un sentimiento claro y con las ganas de dar siempre más. Soñé con corazones humildes y vidas despejadas, un sol que alumbraba parejo y un día sin ninguna sombra. Soñé que sonreías sin razón y que yo buscaba, serena, el rumbo de la vida.

Soñé un perro con alas y una mirada transparente. Soñé un sol, una luna, una estrella y una emoción. Soñé… yo soñé y no supe si en realidad estaba soñando.

febrero 02, 2010

No siempre

No siempre se entiende lo que se dice, porque cuando se habla lo que se siente, se esconde lo que se muestra cuando la soledad parece ser la compañía diaria.

Fue el momento en el que se enfriaron los pasos cuando cambié de opinión. Las garras ya no podrían aruñar si yo las mantenía lejos. No siempre se deja lo que hace daño, porque cuando se quiere algo, no siempre se lucha por ello.

Fui la bruma que cubría los vidrios de ese lugar en el que jugabas a ser tu mismo. Así, completamente maniático, frenético, posesivo. El mar estaba lejos, con todo y su romántica calma. No siempre se escucha lo que debe entenderse, porque cuando se entiende puede volverse doloroso.

Fuimos los únicos sobrevivientes del cuento de hadas que vivimos, y que terminó cuando alguien quiso firmar las hojas de nuestra historia. No siempre se termina lo que se finaliza, porque no siempre se deja ir lo que fue nuestro.

Fueron mostrándome los años que no siempre se debe decir lo que se siente, porque cuando se entiende lo que se escucha, no siempre se dice lo que reconforta.

enero 22, 2010

LO DESECHABLE*

* Por Eduardo Galeano. Profesor y periodista uruguayo.

"Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco..

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar..

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé.
A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!!
Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'. Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir.
Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares.. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!!
Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado."

Eduardo Galeano

enero 21, 2010

Carta de despedida

Quisiera decirte que me duele lo que haces:
Que me duele tu indiferencia y tu premeditada intención.
Pero lo que en realidad me duele es que todo eso ya no me duele.

La noche hoy es más noche, la razón menos razonable y la ilusión igual de estúpida.

Éstas ya no son lágrimas, son lijas que raspan como la hostilidad de tu indiferencia, como la evidencia de mi derrota. Y es que ya no se trata de lo que haces o lo que dices. No se trata de cómo te mueves o de si me impresionas. Se trata de que has aprendido a mover las piezas en el tablero, para dejarme en jaque, para ganar siempre tú.

Y esto me atormenta, porque yo sé que no tienes la culpa completa. Yo sé que lo dejé pasar. Me he inmolado voluntariamente ante el altar de tu soberbia, he cargado con el tabernáculo de tus intenciones… las mismas que ahora desconozco. Me he desgarrado los brazos en el tiempo de la espera, el corazón se me ha convertido en el caldo de cultivo de mis más elementales deseos.

El rencor, que tenía vida propia, que respiraba y se alimentaba de mis entrañas, ha parido a la indiferencia punzante. La indiferencia con un plan de vida. No te desprecio porque los demás lo hacen, el desprecio lo he decidido yo!

Hoy se termina el ciclo del sacrificio. Hoy dejaré que los lobos arranquen lo que queda del respeto y admiración que tu imponente nombre tenía en mi cabeza. Hoy me hago la promesa de no “creérmelo” nunca más, de examinar un poco más en que estoy metiendo el corazón. No te digo adiós, porque todavía me sirve esta nostalgia para convencerme de que no debo regresar.

Quisiera decirte que me duele lo que haces:
Que me duele tu indiferencia y tu premeditada intención.
Pero lo que en realidad me duele es que todo eso ya no me duele.

La noche hoy es más noche, la razón menos razonable y la ilusión ahora está agonizando.

enero 13, 2010

Receta para conservas

Dobla con cuidado cada uno de esos recuerdos. Ten cuidado, despacio… no los rompas. Ponlos uno al lado del otro, archivados perfectamente para encontrarlos cuando quieras. Apriétalos bien para que no ocupen demasiado espacio. Zippea los que sean muy grandes, es lo mejor.

Presiónalos con tus puños, para asegurar que ninguno se va a salir. Almacénalos en la esquina superior derecha de tu corazón, para que si un día quieres verlos, estén a la mano. Guarda una copia en los archivos comprimidos de tu cabeza, para que te puedan servir de referencia.

No te olvides de sacudirlos antes de guardarlos. Límpialos bien. Sopla las imperfecciones, el sucio polvo y las bacterias potenciales. No dejes que haya nada oscuro en ellos antes de archivarlos, porque un día podría opacar los que estarán cerca, y esos serán nuestros.

Hazlo ya. Date prisa. Guárdalos en conserva. Como las habas, hiérvelos primero, para que siempre se mantengan firmes. Sécalos con cuidado. No los manches, no los contamines. Ya que estén fríos – por favor, no intentes hacerlo antes de que se enfríen por completo-, empácalos con cuidado. Envuélvelos todos juntos en un paquete comprimido, y guárdalos en un frasco, para evitar que algún bicho pretenda podrirlos. Ahora, tómate tu tiempo.

No escatimes en esa sonrisa cuando los empaques. Pretendamos que no estoy frente a ti. Me gustará verte sonreír cuando los guardes, porque eso será la rúbrica de la felicidad actual: la posibilidad de, sin problemas, sonreír ante lo que fue. Se merecen una sonrisa, fueron responsables de prepararte para que nos encontráramos, construyeron contigo el “tu” actual.

Al guardarlo, asegúrate de dejar suficiente espacio libre para las doscientas mil veces que voy a preguntar que es un queri, las ochocientas que trataré de escribirte una carta coherente, mis cien mil quinientas ridiculeces, y los millones de veces que tendré que pedir perdón. Solamente certifica que hay espacio para los latidos de corazón, las frentes sudadas y las primeras horas de la mañana. Los relojes cursis y los recuerdos de infancia, para todas las veces que me tendrás que explicar quién es Trent Reznor y en qué disco está “Dogs”. Deja espacio para los hijos, las tardes, las madrugadas, la época de retiro, los perros, los carros, los sueños, los viajes, los desayunos, los hermanos, los sobrinos, los ahijados y Monterrico. Sobre todo, guarda el centro para las realidades, para la vida. Déjame espacio, mi amor, porque tengo mucho con que llenarlo.

Y el inventario, sigue creciendo.

enero 11, 2010

No sé como decirle...

No sé como decirle que me he preparado toda mi vida, aún sin saberlo, para encontrarlo. Que la ascética se ha vuelto por él, mi ejercicio favorito. Que quiero ser amiga de su mejor amigo: porque quiero que le diga cuánto lo amo. Que no tengo habilidades para escribir, no me interesa tener un blog visitado, ni entiendo la música de radiohead. Que no me gusta ponerme tennis, pero aún así, con todo y zapatos de charol, lo amo con todo mi corazón.

Que hoy no pretendo que esto quede “bonito”, solo quiero que lo lea. Que no estoy esperando que alguien “me de” algo, que quiero “construir” con él. Me levanto en las mañanas pensando en el momento de empezar a hablarle, aunque sea a través de una vieja laptop hp. Que no puedo pretender que el pasado no pasó, porque dejó huella: me preparó para él. Que sufro de pensar que está sufriendo, que me duelen en el alma sus dudas, que me mata su intranquilidad.

Que es todo lo que yo quería, y más de lo que esperaba. Que no puedo pensar en hacer algo que pueda dañarlo. Que puede lastimarme con solo verme, pero aún así estoy en sus manos. Que tiene todo el poder para ayudarme a ser feliz, que muero porque sea el abuelo de mis nietos.

Que las noches no son iguales, porque son mejores. Que el calor de esos bares de moda no se puede comparar con las manías de ese barsucho que tanto nos gusta. Que aquél amanecer fue lo más lindo que he visto en mi vida, que el mejor vino de mi vida fue el que tomé a su lado. Que no tengo un recuerdo mejor para iniciar el año que aquél beso, por más corto que pudiera ser. Que mi vida no tenía sabores antes… que los planes eran egoístas y la verdadera felicidad se había hastiado de mí.

Que antes de él, era un pequeño radio que repetía frases de canciones cursis de amor… pero que ahora escribo tonterías, con el propósito de que me crea. Que solo él ha podido hacerme sentir tan bien y tan mal casi en el mismo segundo. Que no soy perfecta, pero quiero ser cada día mejor. Que mi prioridad son “nuestros” planes. Que no voy a rendirme así de fácil, que voy a pelear con todo por su amor.

No sé como decirle que “I’m having the time of life” (parafraseando la canción), que quiero de todo corazón hacerlo feliz, que él es todo lo que puede hacerme feliz. No sé como decirle que la palabra amor se ha quedado corta, que no van a existir en el mundo palabras que describan lo que siento cuando me abraza. Que ya no me importa si soy cursi o tonta, que solo quiero que sepa que no podría encontrar (ni aunque quisiera buscarlo) a alguien con quien quiera envejecer como con él. Que me quiero comer la vida de un solo bocado, que quiero verlo feliz… que quiero ser su amor… para siempre.