Dobla con cuidado cada uno de esos recuerdos. Ten cuidado, despacio… no los rompas. Ponlos uno al lado del otro, archivados perfectamente para encontrarlos cuando quieras. Apriétalos bien para que no ocupen demasiado espacio. Zippea los que sean muy grandes, es lo mejor.
Presiónalos con tus puños, para asegurar que ninguno se va a salir. Almacénalos en la esquina superior derecha de tu corazón, para que si un día quieres verlos, estén a la mano. Guarda una copia en los archivos comprimidos de tu cabeza, para que te puedan servir de referencia.
No te olvides de sacudirlos antes de guardarlos. Límpialos bien. Sopla las imperfecciones, el sucio polvo y las bacterias potenciales. No dejes que haya nada oscuro en ellos antes de archivarlos, porque un día podría opacar los que estarán cerca, y esos serán nuestros.
Hazlo ya. Date prisa. Guárdalos en conserva. Como las habas, hiérvelos primero, para que siempre se mantengan firmes. Sécalos con cuidado. No los manches, no los contamines. Ya que estén fríos – por favor, no intentes hacerlo antes de que se enfríen por completo-, empácalos con cuidado. Envuélvelos todos juntos en un paquete comprimido, y guárdalos en un frasco, para evitar que algún bicho pretenda podrirlos. Ahora, tómate tu tiempo.
No escatimes en esa sonrisa cuando los empaques. Pretendamos que no estoy frente a ti. Me gustará verte sonreír cuando los guardes, porque eso será la rúbrica de la felicidad actual: la posibilidad de, sin problemas, sonreír ante lo que fue. Se merecen una sonrisa, fueron responsables de prepararte para que nos encontráramos, construyeron contigo el “tu” actual.
Al guardarlo, asegúrate de dejar suficiente espacio libre para las doscientas mil veces que voy a preguntar que es un queri, las ochocientas que trataré de escribirte una carta coherente, mis cien mil quinientas ridiculeces, y los millones de veces que tendré que pedir perdón. Solamente certifica que hay espacio para los latidos de corazón, las frentes sudadas y las primeras horas de la mañana. Los relojes cursis y los recuerdos de infancia, para todas las veces que me tendrás que explicar quién es Trent Reznor y en qué disco está “Dogs”. Deja espacio para los hijos, las tardes, las madrugadas, la época de retiro, los perros, los carros, los sueños, los viajes, los desayunos, los hermanos, los sobrinos, los ahijados y Monterrico. Sobre todo, guarda el centro para las realidades, para la vida. Déjame espacio, mi amor, porque tengo mucho con que llenarlo.
Y el inventario, sigue creciendo.
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