Dentro de las sábanas, en esa cama que tampoco ya se siente suya, el panorama se ilumina solo para dejar clara la oscuridad de la realidad:
Los días pasan al lado suyo, a veces siente que lo atropellan. Se ha hundido poco a poco en un océano de palabras que hacen ruido, más no sentido. Su arma es una escultura de piedra que recuerda a un corazón valiente.
No escucha, no siente, no vive.
Transpira agonía, llora sangre, escupe desesperación. Tristeza amalgamada con gotas de desencanto: ¿por qué no quiere ver la realidad?
Deja arañones en la espalda del recuerdo de ayer, mientras se aferra a los días en los que la vida le prometía más. Arranca con los dientes cualquier detalle que pueda hacerlo creer más, querer más.
Celos: Su compañía
Planes: Su decepción
Cambio: Su muerte
La nostalgia ha formado una maraña que se queda trabada en la garganta: las lágrimas están listas para salir. Una ópera tenue le recuerda que pudo haber sido culpa suya: la incertidumbre le apuñala de frente.
¡Paren los relojes, el hombre necesita respirar! Piensa que no ha tomado decisiones, porque no ha tenido tiempo para pensar. En realidad no las ha tomado, porque no ha tenido valentía para actuar.
En ese oscuro frío de los días de soledad, las puertas se cierran en la cara, el futuro es un mapa incierto, la búsqueda del tesoro terminó. Quizás otro ganó. El olor a óxido viene de adentro: es la sangre que bombea su corazón. Mientras se rinde al tiempo y a la soledad de ese círculo que amarra su vida a la mediocridad, se da cuenta de que no son las circunstancias: el problema está dentro…
Para él, los sueños se terminan con el final de la noche, las frustraciones, con el final de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario