Era el centro de un jardín, muy romántico en otras circunstancias, crucial en las mías. Había algo de frío, el sol de las cuatro… casi el de las cinco, pero todavía pude salvarlo de presenciar ese momento.
Dos o tres frases escuálidamente rebatidas fueron la despedida. No sé de donde salió tanta coherencia. En ese momento de lucidez, todo hizo sentido en mi cabeza: la causalidad reinó en la racionalidad que hasta el momento, había estado más dormida que consciente.
Después de eso, un cigarrillo. El humo que llenaba mis pulmones ocupaba el lugar de ese amor-resentimiento que se había acumulado los últimos años. Inmediatamente después: dos cervezas y seis lágrimas, un gemido y una determinación. Eso fue todo. Aparentemente, en ese momento se terminó.
El final no constituyó más que el principio de la paz.
Dos o tres frases escuálidamente rebatidas fueron la despedida. No sé de donde salió tanta coherencia. En ese momento de lucidez, todo hizo sentido en mi cabeza: la causalidad reinó en la racionalidad que hasta el momento, había estado más dormida que consciente.
Después de eso, un cigarrillo. El humo que llenaba mis pulmones ocupaba el lugar de ese amor-resentimiento que se había acumulado los últimos años. Inmediatamente después: dos cervezas y seis lágrimas, un gemido y una determinación. Eso fue todo. Aparentemente, en ese momento se terminó.
El final no constituyó más que el principio de la paz.
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