Ahora puedes ver que estoy cargada de imperfecciones, pintada con miedos. Tengo dentro una amalgama de escudos y desconfianzas, una matriz de suspicacias, un emblema a la seguridad, un detector de intenciones, una condena a la aventura, un homenaje a la quietud. Un reproductor de sarcasmo, un témpano de hielo, un espejo de inmadura indecisión.
Guardo el secreto de la mezcla para la indiferencia, el manual del disimulo y las partituras de una tétrica canción de soledad. Conservo en mis registros las direcciones para el desprendimiento, el sabor del desengaño, frascos llenos de sospechas y una dosis de aprensión. Colecciono tristezas disfrazadas de concentración, lágrimas vestidas con diplomacia y miedos disimulados con carcajadas sin pasión.
Tengo un master en indolencia y estudios no terminados en ironía II. Un sueño congelado en la nevera, un impulso frágil y un cargamento de pavor. Tengo nociones del desentendimiento, la escoria de egoísmos podridos y una brújula sin dirección.
Con todos mis errores y concupiscencias, vengo a pedirte que te quedes. Porque hoy, sobre todo eso, tengo ganas de vivir. Ganas de cubrirme con un sweater verde cuando haya frío, ganas de ser transparente, ganas de que seas feliz. Tengo ganas de tus dedos entre los míos, de encontrar tus ojos perdidos, de verte un día más. Ganas de arriesgarme a subir un árbol y gritar, desde la rama más alta, cuanto te amo.
Porque finalmente, solo soy un suspiro guardado, un bufón despistado, una lucha por ganar. Soy un campo de batalla, un pincel sin pintura, un bordado sin terminar. Tengo la ilusión de ser mejor, la determinación de la locura, y la disposición de estar aquí. Tengo miedo de perderte, mil palabras sin cauce, unos cuantos arrebatos de infancia y un mapa que no marca dirección.
Quiero ser apoyo, no erupción, aliento, no problema, comprensión, no confusión. Quiero que me des dientes. Quiero que sepas que no voy a morderte, que no quiero hacerte daño. Quiero ser feliz. Quiero caminar de tu mano sacudiendo las piedras que queden en mis zapatos. Quiero una mirada, un grito, un reto, una luz. Te quiero a ti. Los días que el miedo me gana y aquellos en los que yo puedo más.
Te ofrezco un machete para quitar la maleza del camino y unos brazos fuertes para apoyarte. Te ofrezco unos ojos rodeados de arrugas y unas manos cansadas para acariciar. Te ofrezco palabras desordenadas, pensamientos exaltados y mucha paz. Te ofrezco el día y la noche, silencios prolongados y conversaciones por terminar. Te ofrezco una ilusión hecha carne, preguntas sin respuesta, inmadurez convertida en arrepentimiento, una mirada hecha poesía y un agapanto regado con determinación.
La pasión de una vida sin miedo y el miedo de una vida sin pasión. La locura del amor maduro y la madurez de la locura por amor. Un cuento de hadas sin princesas, una historia por escribir. Te ofrezco un lienzo en blanco, un color sin definir. La lección de una fábula que podemos empezar a vivir.
Guardo el secreto de la mezcla para la indiferencia, el manual del disimulo y las partituras de una tétrica canción de soledad. Conservo en mis registros las direcciones para el desprendimiento, el sabor del desengaño, frascos llenos de sospechas y una dosis de aprensión. Colecciono tristezas disfrazadas de concentración, lágrimas vestidas con diplomacia y miedos disimulados con carcajadas sin pasión.
Tengo un master en indolencia y estudios no terminados en ironía II. Un sueño congelado en la nevera, un impulso frágil y un cargamento de pavor. Tengo nociones del desentendimiento, la escoria de egoísmos podridos y una brújula sin dirección.
Con todos mis errores y concupiscencias, vengo a pedirte que te quedes. Porque hoy, sobre todo eso, tengo ganas de vivir. Ganas de cubrirme con un sweater verde cuando haya frío, ganas de ser transparente, ganas de que seas feliz. Tengo ganas de tus dedos entre los míos, de encontrar tus ojos perdidos, de verte un día más. Ganas de arriesgarme a subir un árbol y gritar, desde la rama más alta, cuanto te amo.
Porque finalmente, solo soy un suspiro guardado, un bufón despistado, una lucha por ganar. Soy un campo de batalla, un pincel sin pintura, un bordado sin terminar. Tengo la ilusión de ser mejor, la determinación de la locura, y la disposición de estar aquí. Tengo miedo de perderte, mil palabras sin cauce, unos cuantos arrebatos de infancia y un mapa que no marca dirección.
Quiero ser apoyo, no erupción, aliento, no problema, comprensión, no confusión. Quiero que me des dientes. Quiero que sepas que no voy a morderte, que no quiero hacerte daño. Quiero ser feliz. Quiero caminar de tu mano sacudiendo las piedras que queden en mis zapatos. Quiero una mirada, un grito, un reto, una luz. Te quiero a ti. Los días que el miedo me gana y aquellos en los que yo puedo más.
Te ofrezco un machete para quitar la maleza del camino y unos brazos fuertes para apoyarte. Te ofrezco unos ojos rodeados de arrugas y unas manos cansadas para acariciar. Te ofrezco palabras desordenadas, pensamientos exaltados y mucha paz. Te ofrezco el día y la noche, silencios prolongados y conversaciones por terminar. Te ofrezco una ilusión hecha carne, preguntas sin respuesta, inmadurez convertida en arrepentimiento, una mirada hecha poesía y un agapanto regado con determinación.
La pasión de una vida sin miedo y el miedo de una vida sin pasión. La locura del amor maduro y la madurez de la locura por amor. Un cuento de hadas sin princesas, una historia por escribir. Te ofrezco un lienzo en blanco, un color sin definir. La lección de una fábula que podemos empezar a vivir.
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