Después de ochocientas lágrimas por sesión,
sesiones semanales durante veinticuatro años,
años llenos de esperanzas y confusiones,
confusiones cargadas de sentimientos de culpa,
culpas disueltas en el calor de la discusión,
discusiones dispuestas a hacer pedazos el corazón,
corazones que han decidido convertirse en piedra,
piedras que solo se ablandan con antidepresivos,
intentos míos de escuchar la sangre que llama,
sangre que brota de esa intención...
Finalmente, el juego se está acabando.
La conclusión: nosotros solo tenemos una relación de dinero. Y ya.
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