septiembre 03, 2009

Quimera

Quiero gritar que no pasa nada, mejor aún: quiero decirlo en silencio.

No sé si fue la desesperación, la soledad, la decepción. La conciencia de no esperar nada más. Tal vez, esa noche fue la humedad, el ruido, el humo o la huella del alcohol. Tal vez no fue nada de eso, y fue el destino que no quiso callar más. Fuiste tu y fui yo. Solos. Sin tiempos que recordar, historias que olvidar o palabras que callar.

Quiero liberarte del pesado yugo de haber hablado alguna vez. Quiero borrar esas palabras, que ya no me pesen a mí.

¿Que son las palabras sino rastros profanados de la pureza de un pensamiento? Una vil caricatura de la idea que en la mente fue perfecta… Sin embargo, claro está, fueron el lazo que más me ató a ti: al color de tu mirada, al sonido de tu alma, a tu agitado corazón.

Es muy tarde para esa utopía, su hora ya pasó.

No te reprocho haberte ido, sino haber aparecido aquí, haber dejado abierta la puerta a lo que nunca pasó. En el final de ese corto y desconocido camino, solo había dos opciones: empezar o terminar. No había opción para “seguir”, no había opción para ti.

Perdimos la guerra antes de empezar a pelear. No perdimos. Solo nos dejamos ganar. No eres nadie, yo tampoco lo seré. Solamente seremos un recuerdo arrugado, la escoria de una posibilidad irreal.

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